jueves, 17 de noviembre de 2011

El ViNo CoNoCiDo Y eL vInO pOr CoNoCeR

Cuando acercas una copa de vino a los labios se puede parecer mucho al gesto de tender la mano a alguien. Si ya lo conoces, te preguntas cómo estará hoy, en cambio, si no lo conoces, la experiencia es muy diferente.
El primer sentido que despiertas es la vista. El vino primero se mira...como se mira la expresión de un rostro. Se mueve la copa para que la luz te ayude a mostrar los diferentes matices. Simplemente por eso todos los demás sentidos se despiertan, se interesas, se estimulan y hacen sus primeras valoraciones... Antes de que una persona hable, ya nos imaginamos su voz.
Cuando nos acercamos la copa a la nariz, ya nos imaginamos su olor, su tacto, su juego de sabores...
Después el vino se huele. Y con el olor, parte de las predicciones se confirman, pero otras no, y entonces surgen las sorpresas.
Seguidamente llega la hora de la verdad, el momento en que dejamos entrar un sorbo en nuestra boca.
A estas alturas, todavía miramos la mirada de quien nos mira, todavía no hemos soltado la mano que estrechamos...y ya empieza la conversación.
Ahí es cuando decides, si es de tu agrado ese vino o no.
El vino en su medida va bien para el corazón.
Es el mismísimo néctar de los dioses.
Viva el vino...y las buenas mujeres...

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